¿Por qué los niños se enferman menos que los adultos con el Covid-19? ¿Qué son los virus mentales y cómo combatirlos? Mensajes para cuidar nuestro cerebro en tiempos difíciles.
Por: Psic. Rubén Reyes
Es un hecho sorprendente de la naturaleza que los niños no sean las víctimas primordiales del Covid-19. En comparación con los adultos enfermos, por lo general exhiben síntomas leves.
De acuerdo con estudios científicos, los niños tienen en esta etapa de sus vidas un sistema inmune muy activo ante infecciones respiratorias y sus cuerpos no tienen historia de enfermedades previas. En los niños contagiados, el virus afecta sus narices, bocas y gargantas (las vías superiores), sin alojarse, por lo general, en los pulmones. Es probable que los niños tengan un despligue inmune más activo e intenso y por ello les da más fiebre que a los adultos y pronto les pasan los síntomas. Una de las razones probables es que el virus necesita una proteína (enzima convertidora ACE-2) en la superficie de una célula (un receptor) para ingresar al interior de dicha célula y replicarse. Puede ser que los niños tenga menos receptores ACE-2 en los pulmones que en las vías superiores.
Adicionalmente, sus cuerpos pequeños no han desarrollado la respuesta inmune llamada «tormenta de citoquinas», la cual ante un patógenos externo, en algunos adultos, termina atacando las células buenas de nuestro cuerpo en un intento por destruir al enemigo. Cuando esto se desata en el organismo, es posible llegar a un colapso general o falla múltiple de los órganos internos.
https://www.bbc.com/future/article/20200330-coronavirus-are-children-immune-to-covid-19
¿Se imaginan cómo sería la situación actual si nuestros niños fueran el huésped más vulnerable al Covid-19?
Pero además de la nota científica, quiero referirme en este artículo, a otro sistema inmune, poco visible que nos protege de los virus «mentales». Esos virus mentales nos atacan todo el tiempo, están en el entorno, pero son especialmente letales en tiempos de crisis.
Un virus mental es una creencia, una idea, un valor, una percepción, una experiencia aprendida que se introduce en nuestro sistema personal de creencias y forma parte de nuestras reglas «automáticas» de comportamiento, pensamiento o de verbalización. Se transmiten por la cultura, en el seno familiar y a lo largo de nuestro largo proceso de socialización.
Todos tenemos un sistema de creencias que nos permite interpretar nuestra realidad y actuar para alcanzar las dos metas más importantes de un ser humano: sobrevivir y crecer (trascender).
La evidencia de que un virus mental ha penetrado nuestro sistema de creencias es que este se desactualiza con el paso del tiempo, varía con cada etapa de la vida y es afectado por las circunstancias del entorno.
Cuando esto sucede, generalmente decimos frases como «me he dado cuenta de» y hacemos ajustes, muchas veces dolorosos, acerca de nuestra forma de mirar el mundo.
Como estos virus mentales son reales y nos afectan poderosamente, hay que estar alertas e «inocular» en nuestro sistema un nuevo grupo de creencias más sanas, favorables para mí y los que me rodean.
A esto lo he llamado «Higiene Mental» y equivale a lavarse las manos, bañarse cada día y botar o regalar lo que está en desuso, lo deteriorado.
Con esta pandemia se desatan creencia como estas:
«Todo el mundo en el exterior es malo para mí, es un potencial enemigo» y llegamos al colmo de discriminar personas como el personal médico y los inmigrantes.
«Cuando pase la epidemia, seguramente todos nos volveremos mejores personas, imposible que las personas no cambien»
Las creencias suenan lógicas, sin embargo, la mayoría de las veces son generalizaciones que no soportan el filtro de la razón, pero que resultan nefastas para adaptarnos, construir relaciones y avanzar.
Algunos pasos para liberarnos de los virus mentales:
- Identificarlos. Prestar atención a nuestras pequeñas faltas de coherencia. A esos momentos en que como no es natural, no va bien alguna área de nuestras vidas.
- Aceptar que hay una falla en nuestro sistema. Esas señales son la oportunidad para poner sobre la mesa nuestras creencias y atrevernos a desafiarlas. Sin conciencia no hay posibilidad de cambio.
- Cuestionar las creencias. Atreverse a cuestionar las propias creencias cada cierto tiempo, es un hábito muy positivo que podemos llevar a cabo. ¿Es cierto qué…? ¿ Hay otra forma de…?
- Reemplazarlas. Una vez identificada una creencia limitante, es la oportunidad para reemplazarla con otra más constructiva, ecológica y menos desgastante en términos de esfuerzo y de energía.
- Reforzarlas. Podemos reforzar nuestras creencias positivas, brindando reconocimiento a los efectos de estos cambios y afirmando (poner firmeza o sacar a la luz) en un diario o a nuestras personas más cercanas, la importancia para nosotros de estas nuevas creencias.
En próximos artículos me estaré refiriendo a estrategias muy puntuales para educar a nuestro cerebro y que nuestras creencias no nos jueguen malas pasadas.
Esta situación inédita global de la que somos testigos de excepción, es una oportunidad sin igual para «resetearnos» y programar mejores seres humanos, nosotros y nuestros niños; y detener así malas concepciones que hemos venido transmitiendo por generaciones.
La invitación es a volver a ser más inocentes como los niños, a intentar desafiar paradigmas limitantes del pasado y a seguir este camino incesante de aprendizaje que nos hace ser, a pesar de todo, dignos seres humanos.
Muchas gracias y hasta el próximo post.
1 comentario en «¡Bienaventurados los niños!»
Muy buen comentario gracias por compartir